Negocios internacionales en la Cuarta Revolución Industrial

6 de junio de 2022

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Por Federico Trebucq, Director de la Especialización en Negocios Internacionales

Desde finales del siglo pasado, con la consolidación de la integración funcional de actividades en las cadenas de valor y su expansión a través de la geografía mundial, el comercio mundial y los negocios internacionales en general, han ido transformando su organización y estrategia a medida que nuevas oportunidades de crear valor fueron surgiendo.

Inicialmente, los avances en telecomunicaciones y transporte, y un marco regulatorio favorable a la apertura y los flujos de capital permitieron que las empresas puedan deslocalizar fases productivas en espacios y territorios donde es más eficiente, ya sea por costos o por especialización. A su vez, esto favoreció el protagonismo de los gobiernos locales y regionales y la creación de sistemas de innovación mucho más territorializados.

Sin embargo, no son situaciones estáticas. Actualmente, como sociedad mundial estamos atravesando una serie de transformaciones estructurales que no solo están ligadas al efecto de la pandemia, sino que son preexistentes. Además, tienen que ver con el agotamiento de un modelo de globalización que emergió de la Tercera Revolución Industrial y el nacimiento de un nuevo formato a partir del avance de las tecnologías disruptivas de la Cuarta Revolución Industrial.

Algunos de los síntomas de este cambio de era se pueden observar a través del impacto que han sufrido los intercambios globales. El comercio de bienes se desacelera y se observa un crecimiento acelerado del comercio de servicios. Hay un traspaso del valor de las manufacturas hacia las actividades intensivas en conocimiento.

En definitiva, llevar adelante negocios internacionales implica, además de un pensamiento sistémico, es decir tomar en cuenta el contexto para llevar a cabo una estrategia, desarrollar una actividad creativa en términos de las posibilidades para generar valor. Estas no solo tienen que ver con las operaciones tradicionales de comercio exterior, sino también con el acceso a la información, a la complementación con sistemas de innovación, al desarrollo de nuevas experiencias y al descubrimiento de capacidades que anteriormente no eran consideradas.

Hay tres escenarios que los emprendedores y firmas que tienen vocación internacional deben considerar como puntos de análisis a los fines de analizar el contexto de incertidumbre en el que estamos insertos: el tecnológico, el geográfico y el político.

El factor tecnológico está asociado a las transformaciones que ocurren a partir de que las tecnologías 4.0 se integran a los sistemas productivos y modifican no solo las posibilidades y las formas de producir bienes y servicios, sino también su distribución y consumo. En otras palabras, modifican la estructura de las cadenas de valor. No es una novedad que en los últimos años tecnologías como la inteligencia artificial, la impresión en 3D, Internet de las cosas y el procesamiento masivo de datos (Big Data), por nombrar algunas, han dado lugar a un nuevo escenario de negocios donde se crean nuevas oportunidades y también se cierran otras.

De acuerdo a un informe del McKinsey Global Institute, se estima que la adopción de inteligencia artificial provocaría la pérdida de 400 millones de puestos de trabajo, pero las mejoras en productividad podrían generar a través de la inversión en infraestructura, inmuebles, energía y tecnología la creación entre 550 y 890 millones de puestos de trabajo. Más allá de la estadística, es un factor a considerar que muchos sectores han sido creados y otros nuevos están por crearse; es un escenario muy dinámico de alto potencial para las estructuras y compañías que tienen la capacidad y la posibilidad de adaptación.

La Cuarta Revolución Industrial se caracteriza por la integración de los dominios ciberfísicos, como es el caso de las tecnologías aplicadas al agro o desarrollo en el campo biotecnológicos, o la robotización en las producciones tradicionales como es el caso de los automóviles o la industria textil. Esta complementación modifica los patrones de competitividad a escala global y con ello afecta a las formas en las que las sociedades generan riqueza, progreso y bienestar. Por lo tanto, pensar los negocios internacionales desde una concepción tradicional limita considerablemente las posibilidades de éxito.

En el aspecto geográfico hay dos cuestiones a considerar. La primera es que la conectividad y las mejoras en infraestructura permiten llevar adelante negocios con perspectiva global desde cualquier territorio. Ya no es una actividad exclusiva de los grandes centros urbanos. Hay una descentralización general de la actividad económica que potencia una tendencia preexistente: la importancia de los gobiernos locales y regionales en brindar condiciones de infraestructura, incentivos y promoción para el desarrollo de lo que se denominan ventajas competitivas.

La segunda es que los intercambios se vuelven más regionalizados. Por un lado, las cadenas de valor, por cuestiones de costos logísticos, seguridad, idioma, cercanía de las casas matrices, adquieren un equilibrio en el plano regional. Esto ha provocado lo que se denomina nearshoring. Es decir, una retracción de la expansión geográfica de las cadenas globales al plano regional próximo.

Esta tendencia ha alertado a la región latinoamericana sobre la posibilidad de que firmas estadounidenses vuelquen sus inversiones en los países de la región que comparten los mismos husos horarios, la cultura y que tienen buen nivel de inglés. Tradicionalmente, el 50% de las exportaciones de software de Argentina tienen como destino a Estados Unidos y le siguen Chile, Uruguay y México.

No obstante, el hecho de que el volumen de intercambios adquiera mayor relevancia en el escenario regional no implica que no existan posibilidades en el ámbito global. La economía del conocimiento tiene un potencial de expansión geográfica notable y la existencia de plataformas de comercio electrónico y de servicios B2B/B2C incrementan y facilitan las oportunidades.

Finalmente, el factor político. Las transformaciones en la economía mundial, el agotamiento del modelo de globalización 3.0 y la crisis de representación de las democracias liberales occidentales que ha llevado al poder a líderes de corte populista y nacionalistas muestran un escenario político convulsionado. Lo cierto es que en un mundo en transición la incertidumbre y el riesgo político son variables propias del sistema internacional.

Las nuevas tecnologías y sus usos requieren de un marco regulatorio que muchas veces las instituciones de gobernanza global no pueden abordar o, por lo menos, no lo pueden hacer al ritmo que avanza el cambio tecnológico. Esto incrementa por un lado la incertidumbre y, por el otro, la necesidad de cooperar para establecer reglas del juego que eliminen esta falta de certeza.

Actualmente, una de las cuestiones más destacadas tiene que ver con la disputa entre Estados Unidos y China no solo por las cuestiones vinculadas a la guerra comercial, sino que se trata de una disputa por el liderazgo global, basada en una carrera de innovaciones en búsqueda del dominio de las tecnologías 4.0. Dado que ambas potencias lideran los procesos de innovación referidos a la infraestructura tecnológica para la implementación del 5G, almacenamiento en la nube y semiconductores, generan un escenario de dependencia de los demás países. Por ello, mucho depende de cómo se resuelva esta relación para definir los contornos y características de la gobernanza economía mundial de cara a los próximos años.

Sin embargo, tampoco debemos esperar un escenario de estabilidad prolongada respecto a las regulaciones y reglas del juego dado que la evolución de la tecnología y las disposiciones geográficas de la actividad económica evolucionan a un ritmo cada vez más acelerado. Por ello se espera un esquema más bien dinámico de regulaciones que obligará a los actores de la economía y las empresas a tener capacidad de adaptación constante.